Fiebre

Oso de peluche con termómetro

Fiebre

Qué es

Se define como la elevación de la temperatura normal del cuerpo, más de 38oC si se mide en la axila. No es una enfermedad. Es un signo que aparece frecuentemente en las infecciones (la mayoría víricas) puesto que es un mecanismo de defensa frente a ellas (el aumento de la temperatura corporal facilita la acción del sistema inmunológico del organismo frente a los microorganismos que causan la infección).

Ante un niño con fiebre lo importante es saber la causa de la misma y estar pendiente de signos/síntomas que pueden indicar infección grave por bacterias.

La fiebre por si misma no causa daño cerebral ni otros problemas.

Qué debe hacer en casa

  • Comprobar la temperatura corporal usando un termómetro, no determinarla con la mano.
  • No abrigar en exceso al niño.
  • Ofrecer líquido abundante para recuperar las pérdidas por el exceso de temperatura y prevenir la deshidratación.
  • No es obligatorio tratar la fiebre con antitérmicos, sólo si el niño está molesto. Los antitérmicos no curan la infección, sólo ayudan a que el niño se encuentre mejor.
  • Con la administración de antitérmicos se disminuye la temperatura 1-1,5 oC generalmente al cabo de una hora. El objetivo no es alcanzar la temperatura corporal normal.
  • Utilice las dosis de antitérmicos recomendadas por su pediatra respetando los intervalos entre las mismas aunque la fiebre aparezca antes y evite alternar fármacos (no se ha demostrado la eficacia de esta medida y además aumentan los errores de administración y los efectos secundarios).
  • La mejor vía de administración es oral. La absorción de los fármacos vía rectal es más errática.
  • Las medidas físicas para bajar la temperatura (baños de agua fría, compresas con alcohol) son poco eficaces y producen molestias. Si el niño quiere el baño puede resultar agradable con agua templada.
  • No es aconsejable el uso de antitérmicos tras la vacunación para prevenir reacciones febriles o locales.

Cuándo acudir a un servicio de urgencias

  • Si el niño tiene menos de 3 meses de edad.
  • Si está adormilado o muy irritable.
  • Si tiene mucho dolor de cabeza y vomita en varias ocasiones.
  • Si respira con dificultad (se le marcan las costillas y hunde el esternón, respiración rápida, agitada…)
  • Si aparecen manchas rojas o moradas en la piel que no desaparecen al presionar (petequias, equimosis).
  • Si ha convulsionado o perdido el conocimiento.


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